miércoles, 12 de enero de 2011

Sobre la carne roja y la odisea de renovar el pasaporte sin romperse una sola uña

Empecemos por lo de la carne:
Al parecer, a los brasileños en general les encanta la carne, sobretodo la roja. Y eso es un problema para mí, porque no me gusta la carne, especialmente la roja. No es que sea vegetariana, de hecho me río bastante de la gente que lo es. Los animales son para comerlos, es biología, cadenas tróficas y eso. Sencillamente prefiero el pescado. Esto no es ninguna metáfora sobre mi sexualidad. Es simplemente que me pirran el salmón, la lubina o el lenguado mientras la ternera, el cerdo o el cordero no despiertan en mí la misma satisfacción. Esto ha quedado más sexual de lo que pretendía. Voy a poner fotos de carne y pescado para ilustrarlo mejor y disipar cualquier pensamiento demasiado agudo. Ahí va:
Pescado
carne
Lo que decía, que en Brasil comen cantidades ingentes de carne. Entre Brasil, Argentina y EE.UU consumen el 45% de la producción de carne mundial, y entre los tres no llegan al 8% de la población. CA FORT. Tengo pesadillas pensando que todo lo que cocinan en Brasil es carne: croquetas de solomillo, tortilla de costillas de cerdo, quiche lorraine de carne picada, pastel de frambuesas y filete, helado de bacon… y evidentemente me despierto con ganas de devolver. Me he dado cuenta que en general uso muchos porcentajes. Es culpa de Esade, yo no era así. Pero los porcentajes molan, que lo sepáis.

Me está entrando la sensación de que parece que no me emociona ir a Brasil. Nada más lejos de la realidad. Me mmmmmmuero de ganas (con muchas emes, que así suena a que me apetece más) de ir. Y ahora no sé si he caído en un dequeísmo. Desde que dejé el colegio no sé escribir, ¡qué sulfuro! Y ando buscando en google si es correcto o no lo que he escrito, pero… o estoy espesa o Dios está espeso, porque no lo encuentro. Y ya estoy dejando el tema Brasil otra vez, como si me importara una mierda ir o no. Sí quiero, aunque coman carne. Bien, como creo que ya ha quedado bastante claro que sí tengo mmmmmmmmmuchas ganas de Brasil (con muchas emes, que así suena a que me apetece más), no lo voy a repetir y me voy a dedicar a contar otras cosas.
Cosas como lo que me pasó ayer renovando mi pasaporte. Desde que salí de casa hasta que volví a entrar pasaron 5 lindas horas que perdí entre funcionarios. Pido disculpas anticipadas a cualquier persona que sea o tenga amigos, familiares o conocidos que sean funcionarios de los que renuevan pasaportes, porque estoy a punto de dejarlos muy mal. Creo que estoy gafada, porque me pasó lo mismo la última vez que tuve que renovar mi documentación hace 5 años. Si pudiera atar a todos los incompetentes de esa oficina con una cuerda, poner plomo en sus bolsillos y tirarlos al mar, lo haría sin pestañear. No es verdad, pero relaja pensarlo. Espero que no lo lea ningún agente de policía, podrían encarcelarme por amenaza, ahora que está prohibido hasta respirar. Aurora, si estás leyendo esto, piensa en lo prohibidas que están las hogueras de San Juan o la barra libre ;). Pues eso, que uno no puede amenazar ni de mentira.

Por cierto, ahora que estoy haciendo referencia a personas físicas y os estáis sintiendo un poco violentos porque os habéis dado cuenta de que soy consciente de que leéis lo que escribo, como cuando los actores miran directamente a la cámara en una peli, os voy a decir que hacer comentarios en mis post no es perjudicial para la salud, de verdad. Si lo hacéis me siento reconfortada, acompañada es el término. Sé que sois unos pocos los que lo leéis (450 en 4 días, para ser exactos...que no está nada mal), así que anda, no seáis tímidos que las teclas no muerden. Palabrita del niño Jesús. Qué cursi me ha quedado.

Ala, cierro paréntesis y vuelvo al tema de los funcionarios ineptos…la cuestión es que yo creía que con esto de los pasaportes electrónicos, el asunto hacer colas y esperar horas para que lo tengan estaba solucionado. Pues es una mentira. Lo que necesitan son cerebros electrónicos para los empleados. Y afeitarles el bigote hitleriano, que da mal rollo. ¡Chatín, que solo tienes que escanear mi foto y darle al print! Pues ni con esas. Me han entrado ganas de colarme detrás del mostrador y hacerlo yo misma. Y encima va el tío y hace una pausa para fumarse un puro en la calle mientras se imprime mi pasaporte. Ya no un cigarrillo, ¡un puro! Por una vez le agradezco a Dios esta mala leche con la que me ha bendecido: le he soltado un soplido al señor, porque si no me hubiera tenido allí hasta la hora de cenar, y al parecer no sólo lo he despeinado, sino que ha dado resultado. Que digo yo… ¿por qué no ponen máquinas de autoservicio? Si existe el autocheck-in en los aeropuertos, no veo por qué motivo no pueden poner un autorenuévateeldniyelpasaporte en  las oficinas de la policía. Ya me estoy poniendo a resoplar como los caballos solo pensarlo. Gracias al cielo que sólo hay que hacerlo cada 5 años.  Pero las cosas se complican cuando necesitas un certificado de antecedentes penales para poder sacarte el visado a Brasil, porque el señor desconoce que la tierra es redonda y que hay vida más allá de Galicia y encima me pregunta que por qué motivo quieren los brasileños mi certificado de antecedentes penales, que tengo cara de niña buena. ¡Pues que sabrá usted de mí! ¡Quizás resulta que soy una asesina en serie o una traficante de droga que quiere mudarse a Brasil! ¡Haga el favor de extenderme el certificado de los huevos y cállese, hombre! Pues no me lo extendió, porque a pesar de haberme hecho un interrogatorio de tercer grado al respecto, va y entonces me suelta que tengo que ir a pedirlo a Atención Ciudadana.
Me ha quedado muy quiero-ser-un-monólogo-de-Buenafuente. Pero es que así es como pasó. Me he limitado a retratar la realidad. A toro pasado resulta bastante cómico. No hace ninguna gracia encontrarse en la situación.

Ya basta. Otro día, más.

1 comentario:

  1. Yo hago lo mismo con el Google. Compruebo gracias a él si es correcto o no determinadas cosas que he escrito. Y cuando hago eso es cuando me arrepiento de haber sido un mal estudiante en el colegio. Ahora pagaría por volver a una clase de la Labat o la Samitier; ametrallaría a ambas a preguntas sobre el empleo del lenguaje. Y hubiese estudiado con gozo e interés gramática, morfosintáxis, para no ser tan torpe e ignorante a la hora de escribir. Y hubiese hecho los deberes. Ahhh... si pudiese volver al pasado para cambiar las cosas... madre mía.

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