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viernes, 7 de octubre de 2011

Sobre la lluvia y mi mala pata

For the record, he mejorado mucho al volante. No me ha pasado nada, y eso que conduzco una media de 3 horas diarias. Ni la lluvia puede conmigo. Sí, llueve. Esta tarde, mucho. Cats and dogs, pouring rain, pitchforks, a mares, a cántaros, chuzos de punta.  Pero volvía yo en mi coche hacia casa por la M25, cruzando Dartford crossing (que es un puente la mar de largo que pasa por encima del Támesis), cuando se han apartado las nubes y ha aparecido un perfecto y precioso arcoíris. Y yo iba en mi coche con la radio a TODO volumen cantando y bailando como una posesa. Y no he podido más que ponerme a reír, ha sido uno de esos milisegundos en la vida de uno, en los que sientes que vas a estallar de felicidad.

Y ahora pasemos a cosas más mundanas. Ayer por la mañana hice mucho el ridículo. MUCHO. Resulta que aquí donde vivo, la basura no se tira en contenedores gigantes que recoge el ayuntamiento cada noche. Cada vecino tiene un minicontenedor en su casa, y va acumulando ahí las bolsas hasta que llega el miércoles por la noche de cada dos semanas. Entonces, los vecinos sacan sus contenedores a la calle, y el jueves por la mañana, a eso de las 8, viene el camión de la basura, vacía los cubos, los limpia y lo sitúa delante de la casa correspondiente (es que están marcados, como la ropa de los niños en los campamentos). La cuestión es que yo olvidé sacarlo el miércoles, y cuando salí de casa el jueves para ir al trabajo, me encontré al basurero limpiando los contenedores de mis vecinos. “MIERDA”, pensé, “¡MIERDA! ¡MIERDA! Llego tarde y como no saque ahora el contenedor, la basura va a entrar en putrefacción y no la sacarán hasta dentro de otros 15 días 
¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA!” – sepa el lector que el miércoles anterior también me había olvidado-. Así que entré otra vez en casa, con mucha prisa, me di de bruces contra el cristal de la puerta corredera del jardín (eso no lo vio más que el gato del de al lado, que se cuela), abrí la puerta con un chichón en la cabeza, salí, cogí el contenedor y abrí la puerta del jardín hacia la calle para sacarlo fuera - con el pié-, con la mala pata de que cuando lo estaba sacando, se me cayó. Y no solo se me cayó, se abrió y se desparramaron las bolsas, y resulta que una estaba abierta. Pero no solo eso. Luego me tropecé con el cubo y caí JUSTO encima de toda la basura. OLÉ. Os podéis imaginar la reacción del basurero. No se rió conmigo, se rió de mí. Y yo me reí con él. De mí. 
Y nada, ducha, cambio y 30 minutos tarde al trabajo. Colorín colorado.

sábado, 25 de junio de 2011

Ya desde las Españas

Qué bueno está el jamón y qué gusto que anochezca a las 10pm. Ole la Sole.
Ainda fiquei com um poquinho de saudades. 


Aquí va un time lapse de São Paulo. No es el mejor vídeo del universo, pero uno se hace una idea de lo enoooorme que es la ciudad.


¡Alegría!

domingo, 8 de mayo de 2011

Roadtrip Vol. III y Mujeres

Hoy un poquito de Funk brasilero, una horterada muy típica de aquí. 

Me da palito contar con pelos y señales la segunda parte del viaje, así que ahí va un resumencillo. Básicamente llegamos hasta Natal pasando por varios lugares, entre los que cabe destacar Praia da Pipa, un pueblecito la mar de mono llenito de argentinos. Allí salimos de fiesta, dormimos en hotelitos monísimos por precios de risa y comimos cosas que no son arroz y frijoles, que nuestros estómagos agradecieron mucho. También paramos en Porto de Galinhas, y si lo menciono no es porque fuera un lugar bonito sino por todo lo contrario. No vayáis. Es una súper concentración de horteras brasileños, así que podéis imaginaros el panorama. Horror.
Y nada, eso. Al llegar a Natal dimos la vuelta y pusimos rumbo a Salvador. Y volviendo conducimos muchas horas y nos pasó lo típico de llegar a un sitio de madrugada y no encontrar hotel porque todo el pueblo duerme. Así que casi –CASI- nos toca hacer noche en el coche. Al final encontramos alojamiento. En Salvador dormimos una noche y al día siguiente cogimos el avión de vuelta a Sampa de madrugada. Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Venga, siguiente: Mujeres.

Hasta hace poco, me pasaba el día únicamente rodeada de hombres. Hombres franceses, para ser más exactos. Mis dos únicas amigas de sexo femenino eran Geevitha y Marjorie, que son francesas también, para variar. Y las veía de manera aislada, sin mezclarlas con los machos. Salir con hombres está bien, me los quiero mucho, pero son hombres…y ya se sabe…si quieres flores tienes que pedirlas, ¿you know what I mean? La cuestión es que empezaba a echar de menos las conversaciones de mujeres. O ir de compras –sin necesidad de comprar nada- o beberse una botella de vino hablando de maquillaje o hacer pasteles y las sesiones de peluquería.
Bien, mi círculo de amistades femeninas se ha ensanchado y ahora tengo otras 3 fantásticas amigas: Laura, Mage y Emily. Una francesa (que rarooooo), una senegalesa (que vive en francia, así que se puede contar como francesa) y una americana que se suman a Geev y a Marjo y que son fantásticas. Ladies’ night coming soon. Watch out, São Paulo. Chicks on speed. Y con ellas me voy a Buenos Aires hacia finales de mes. Moríos de la envidia.

Y por cierto, ando leyendo a Borges y mirad qué bonita frase escribió el señor: “Al cabo de los años he encontrado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos,  un instante, en el paraíso.”
Y ahí va otra un poco más fúnebre pero no por eso menos espléndida: “El alivio que tú y yo sentiremos en el instante que precede la muerte, cuando la suerte nos desate de la triste costumbre de ser alguien y del peso del universo.”

Suficiente por hoy. Señores, señoras…VÍVANSE.

jueves, 5 de mayo de 2011

Roadtrip Vol. II: Salvador-Chapada Diamantina-Mangue Seco-Praia do Francês-São Miguel dos Milagres.

Antes de empezar... un poco de música brasileira.

Lo de hoy es un poco más informativo y tal. Solo un poco. Os he hecho un mapita la mar de mono con casi –CASI- todos los lugares en los que paramos (ya sea a dormir o solo de paso) entre Salvador y São Miguel.

Ver Putain roadtrip en un mapa más grande

Llegamos a Salvador  y  cansados de esperar un bus que no llegaba, al final nos montamos en un taxi ilegal para ir hasta Barra, un barrio guay sin ser el centro. Y flipamos en anchos de onda que los humanos no vemos de lo nuevo que está el aeropuerto y lo horteramente moderna que es la highway que va hasta la ciudad. Sí señores, las carreteras también pueden ser horteras. Lo son cuando hay bambú de 6 metros de altura iluminados con luces de colores a ambos lados de la calzada. Eso es lo que se conoce como carretera hortera. En Salvador estuvimos un par de días y visitamos –evidentemente- el Pelourinho (el centro histórico) y esas cosas. Me apuesto un pié a que en Salvador hay más iglesias que en Roma. Pero señores, vista una, vistas todas, de verdad. O al menos vistas 3 o 4, vistas todas las demás, porque si uno quiere visitar todas las iglesias de Salvador…necesita al menos una semana. Salvador es exactamente como me lo esperaba. Casitas de colores, mujeres negras vendiendo acarajé (un bollo de feijão relleno de salsa de pimienta,  vatapá –mousse de gambas y coco-, caruru –una especie como de judías- y camarones sin pelar), turistas debajo de las piedras…bonito…correcto.
De Salvador fuimos a Chapada Diamantina, un parque natural en el estado de Bahía que es PRECIOSO. Dormimos por 70R$ los 4 en una habitación (siempre dormimos los 4 en una sola habitación) e hicimos excursiones por los alrededores. La más bonita fue a Cachoeira da fumaça, la segunda cascada más alta de Brasil, con 340m de altura. El agua se evapora antes de tocar el suelo. Son como 2 horas de paseíto subiendo una colina y cruzando el río que más tarde se convierte en cascada, cuyas aguas son absolutamente rojas a causa de la cantidad de hierro que hay en el suelo. Molt bonic.
Esto no viene mucho a cuento pero a lo largo del viaje hemos encontrado muchos sapos. Hay muchos sapos en el Nordeste. Yo quería besar uno, a ver si se me convertía en príncipe…pero me dijeron que son venenosos (yo creo que es mentira), así que decidí ahorrarme el herpes.

De Chapada diamantina fuimos a Mangue seco, pero evidentemente nos perdimos por el camino y el GPS daba instrucciones erráticas, así que paramos en un hotel cutre de carretera (que no motel) en un pueblucho llamado Estância y al día siguiente pusimos rumbo a nuestro destino. No por ser de día fue más fácil encontrarlo. Resultó ser un pueblecillo con calles de arena la mar de auténtico, así que no podíamos llegar hasta allí en nuestro Corsa y tuvimos que montarnos en un barquito que nos llevó hasta allí. Al llegar…éramos los únicos turistas del lugar, no kidding. Dormimos por 60R$ con desayuno (entre los 4)! Y nos hicimos amiguetes de la señora María, que nos cocinaba Moqueca de pescado y nos hacía precios especiales, aunque las caipirinhas las servía aguadas. La playa en Mangue seco estaba desierta, y los hombres se lo pasaron como auténticos enanos machacando cocos para beberse el agua. Muy primitivo. Y muy entrañable.

De Mangue seco queríamos ir a Penedo, pero una vez más…Satanás cambió las carreteras de lugar. Así que acabamos en Praia do Francês, una zona bastante turística. Pero gracias al cielo encontramos un hostalito regentado por un Argentino cincuentón que resulta que vive en la Costa Brava en verano (que es invierno en Brasil) que nos hizo un buen precio y un mejor desayuno, así que tudo bem. Visitamos Marechal Deodoro, una ciudad chiquitina y colonial como tantas otras y pusimos rumbo al norte. Objetivo: São Miguel dos Milagres.
Nos costó pero lo encontramos, y además pasamos por Maceió, capital del estado Alagoas. En la playa de Maceió hay arrecifes de coral y es la mar de bonitinho, así que dispusimos que pararíamos allí de vuelta a Salvador. La cuestión es que llegamos a São Miguel pasando por una carretera que quita el aliento de lo linda que es (parece que estás en Irlanda con palmeras). Comimos y encontramos una pousada cuya dueña decidió tratarme como si fuera su hija, así que yo la traté como si fuera mi madre. Ayudé a fregar, cogí hielo del congelador y usé los artilugios de cocina a mi antojo para hacer caipirinhas -como Pedro por su casa- y hasta bajé en pijama a desayunar (éramos los únicos clientes).  Las playas allí fueron sin duda alguna las más bonitas. Primero estuvimos en una con arrecifes en la que podías andar como 200 m hacia dentro sin que el agua cubriera y luego fuimos a otra en la que estábamos completamente solos y saqué foto de mis príncipes subidos a una palmera como si fueran monos.

Esto ya está alargándose. Otro día os cuento el resto (o parte).