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lunes, 24 de octubre de 2011

Mi casa en la campiña inglesa e introducción a Dorset

Yo creía que en Londres iba a llover a diario. Menuda mentira. Llevo aquí casi dos meses y no ha llovido más que un día, y cuatro gotillas (lo cierto es que fueron algunas más). No sé si sentirme decepcionada o saltar de la alegría. En realidad, yo solo necesito dos cosas para empezar el día con buen pie: Sol y mi pastilla de hierro. Si me falta una de las dos, no hay cafeína que valga. Pero yo venía con la idea de que iba a llover, y vivo en tensión esperando el día en que lo haga. Mientras tanto, me pasa eso de que voy a explotar de la emoción al ver la luz de la mañana iluminar los prados verdes en mi camino hacia el trabajo. Esto es precioso. Y ahora que las hojas empiezan a vestirse de otoño, todavía más. Alucinante. Yo quiero amasar un montón de pasta y comprarme una Manor House en el campo inglés con caballos, y tener una vajilla con florecitas inglesas  y llevar sombreros ingleses con plumas de faisán y un jardín con estanque inglés e ir vestida de verde y marrón que eso es muy de campiña inglesa. Y le haré llevar kilt al mayordomo (la kilt, para el que no lo sepa, es la faldita de cuadros que lleva Mel Gibson en Brave Heart). Sí, eso es escocés pero me da igual. Las kilt i los calcetines hasta la rodilla son la mar de cómicos. Y tendré una cocinera rolliza, de piel blanca y mejillas sonrosadas que llevará uno de esos gorros blancos como de ducha pero de punto que llevaban las cocineras inglesas en el siglo XIX y que cuidará los pollos, patos, vacas, ovejas y los cerdos que tendremos en la parte de atrás. Y cocinará mucho roast beef con puré de manzana.  Y esquilará las ovejas y me tejerá bufandas al lado de la chimenea.  Y organizaremos torneos de tiro al plato. Y cacerías del zorro a caballo, aunque esté prohibido, que eso de saltarse las normas es muy de Lord. Y tocarán la trompeta  que no es una trompeta sino que es un cuerno y que se toca cuando se caza el zorro y a mí me hará una gracia tremenda. Pero no mataremos el zorro. Lo dormiremos o algo así. Qué bucólico, ¿verdad? Y como el Jack/John/Earnest Worthing de Wilde*, tendré una casa en la ciudad (blanca y con geranios en la entrada), y quizás hasta una falsa identidad. E iré a menudo a visitar a los bankers, que seguirán viviendo en Dorset y montando bacanales en su casa todos los fines de semana. 
Me pregunto cómo voy a hacer para conseguir todo eso, porque por lo pronto, he decidido que al terminar la carrera, quiero ser camarera. O dependienta en una tienda, está por ver. Eso sí, camarera o dependienta en Londres o Nueva York. Puestos a ser una de las dos cosas, que por lo menos sea en una ciudad guay. Y con eso no se sale de mileurista, está claro. Vais a pensaros que no lo digo en serio. Y lo cierto es que pocas veces en mi vida he hablado más seriamente. Todo el mundo debería trabajar en algo así al menos una vez en la vida. He dicho. Además, el trabajo de oficina me da arcadas.
Vuelvo a los bankers, que lo he soltado así y no los he presentado. Los bankers son Manel, Edu y Jorge. Viven al ladito de Dorset Square y como reza su apodo, trabajan en bancos. Tienen en casa un colchón llamado “Mugri” (de mugriento), en el que han dormido unas 40 personas en los últimos dos años. En el piso que está justo encima viven Judith, (una chica monísima que por desgracia se vuelve a España en breve) Natalia y Oscar (que toca el piano la mar de bien) y una Jordana que no viene al caso. Cuando Judith se vaya,  yo ocuparé su habitación hasta enero cuando llegue Nico (un banker en potencia) y nos daremos la vez. El fin de semana pasado se mudaron a Dorset Carol y Adrián, una pareja de fantásticos. Ella trabaja en el sector financiero y él va a hacerlo pronto. Cerca de Dorset vive Núria, que trabaja para una empresa que hace páneles de consumidores. Luego está Juan, que en realidad es un consultant (y no un banker, me refiero) y que vive con Paola, otra banker, en Marble Arch. Y Jordi, otro consultant que trabaja a caballo entre Barcelona y London y que se pasa el día en el avión. Y Marc y Xavi, los interns, que viven juntos en algún lugar cerca de King's Cross. Lo que (casi) todos tenemos en común es que hemos estudiado ADE y que (casi) todos lo hemos hecho en ESADE o en la Pompeu.   Y luego tenemos artistas invitados. Este fin de semana han sido los padres de Edu, la madre de Judith y Emi (otro banker, estamos rodeados). Esto parece una sitcom en toda regla. Me siento como en Friends. Pero sin Central Perk. Tenemos que encontrar un Central Perk.
Algo muy gracioso de la vida en Dorset son los domingos. Creo que el domingo se ha convertido en mi nuevo día favorito. Los domingos en general, se come en casa de la yaya, AKA Juan. Juan es canario, y lleva algunas horas de retraso en el cuerpo, lo que significa que comemos a las 5 el día que comemos pronto, aunque a su favor hay que decir que se esmera mucho en que comamos bien. Que si solomillo de cerdo y suflé de patata, que si esto, que si lo otro… El domingo pasado, por ejemplo, nos cocinó fajitas. Pero no seáis ilusos. Juan no le puso a la carne los polvillos de Old el Paso que todos conocemos, ¡NO! La yaya le puso camembert y queso azul al potaje de carne con verduras. Y cantidades ingentes de perejil. Nadie notó el sabor del queso en particular, pero la amalgama en general estaba requetebién.

Algo que me tiene muy preocupada es que no he subido aún a ningún autobús londinense. Un lastre.

Hasta aquí por hoy.

* Jack Worthing es junto a Algernon Moncrieff el potagonista de la obra The importance of being Earnest, a trivial comedy for serious people de Oscar Wilde.

lunes, 13 de junio de 2011

¡Boludo!

Hace un par de días llegué de Buenos Aires. Fui con Marc. En principio íbamos a ir 3, pero Arami tuvo problemas con sus billetes y tal, así que al final hemos ido Marc y yo mano a mano. Me lo pasé genial, es un fantástico y divertidísimo compañero de viaje. Para el que no lo sepa, Marc es uno de los Exchange students de Esade en FGV.

Bueno Aires huele a carne a la brasa y parece Europa. Concretamente, diría que se parece a Madrid. El espíritu de la ciudad digo. Claro que en Madrid no huele a carne a la brasa, ni tiene mar, ni se comen alfajores y las “medialunas” no están rellenas de cantidades ingentes de dulce de leche.
El dulce de leche merece un párrafo para él solito. ¡Meu Deus, qué bueno está el dulce de leche en Argentina! A mí el dulce de leche no me gustaba hasta que llegué a Buenos Aires. Las cosas en Brasil son más dulces, ergo el dulce de leche es puro azúcar. En Buenos Aires es mejor que la Nutella. Mucho mejor. Marc y yo tomamos dosis de dulce de leche al menos una vez al día. Cuando no era alfajor (qué rebuenísimos), era medialuna rellena.
Mención aparte merece también la elegancia de la gente en general. Así como en las ciudades brasileñas -en general- el estilo brilla por su ausencia, en Buenos Aires da gusto pasear por la calle y ver a la gente bien vestida. Yo diría que el 60% de los hombres llevan americana y corbata, y  los demás llevan sólo camisa, pero camisas bonitas. Y los que no llevan ni traje ni camisa también se visten con estilo. Y llevan mocasines bonitos y cinturones bonitos, y abrigos bonitos y van bien peinados y…eso. Que da gusto, oye.
Decía que se parece a Madrid por el estilo de la gente y también por los nombres de los lugares. Serrano (aunque en BA es una plaza, no una calle), Callao, Colón, Recoleta (en Madrid Recoletos), tienen un barrio que se llama Retiro…
Arquitectónicamente hablando también le da mil doscientas vueltas a cualquier ciudad de Brasil. Del cono Sur en general, casi me atrevería a decir. La llaman el París de América del Sur, por algo será. El teatro Colón recuerda a cualquier ópera europea. La sala principal es un poco como la Scala de Milán pero más grande y los salones son como el Palacio de Versalles en pequeño; la avenida 9 de Julio –según el taxista, la más ancha del mundo- quiere parecerse a los Campos Elíseos de París. Hasta tienen un obelisco. Los barrios modernos, como Palermo, son una mezcla entre Brooklyn, Chelsea, el Borne y Prenzlauer Berg. De estética un poco underground pero a lo pijo. Calles adoquinadas, con aspecto de antiguas fábricas, tiendecitas vintage y no vintage pequeñitas, librerías, galerías de arte, barecitos, boliches (discoteca en argentino)… los sábados hay un mercadillo y se llena de gente. Cuando digo que se llena es que se llena muchísimo. Casi no se puede caminar por la calle de lo lleno que está.
El mítico barrio de La Boca es bastante curioso así en general, aunque tengo que decir que me decepcionó un poco. Extremadamente turístico. Es como pasearse por Lloret de Mar, sólo que en Argentina y con casitas de colores. Ni Las Ramblas barcelonesas están tan preparadas para el turismo. Pero vaya, fue agradable porque alquilamos bicicletas (Marc estuvo todo el día sufriendo pensando que me iba a matar, porque yo no miraba antes de cruzar) y paseamos también por San Telmo, que está lleno de anticuarios, y por Puerto Madero, que recuerda a Dublín hasta en el puente de Calatrava.
Una de las noches visitamos a Gilles, un belga que estuvo el cuatri pasado en São Paulo y que ahora está haciendo prácticas en una empresa que se dedica a comercializar vino en Buenos Aires. Fuimos a su oficina –que era chulísima, una lástima no llevar la cámara encima-, nos bajó a la bodega y abrimos una botella de vino y otra de espumoso, luego cenamos unas empanadas y después nos sacó de fiesta por Palermo. Marc aguantó toda la noche, yo me fui a dormir prontito.

En resumen, que Buenos Aires es una ciudad ideal para pasear -las calles son anchas, los edificios bonitos, hay parques en todas partes y la gente es estilosa- para comer –asados, dulce de leche, empanadas, alfajores, medialunas, chori-panes, pizzas rebuenísimas, milanesas y… no acabaría nunca…- y para salir.
Otra cosa muy graciosa es que al metro le llaman “Subte” y que los paseadores de perros se juntan en las plazas por las mañanas. Y cada uno pasea unos 10 perros, así que todos juntos serán unos 150 chuchos. Gracioso.
Me ha encantado. Me ha gustado más que Brasil, y definitivamente, muchísimo más que São Paulo, con la que tengo (igual que todo el mundo) una especial relación de amor-odio: Me lo he pasado genial aquí, pero es una ciudad ruim para caralho y encima, no tiene mar. Lo que decía, que Buenos Aires me ha gustado muchísimo más que Sampa, pero tengo que reconocer que ya estaba ficando con saudades do Brasil e de falar português. A pesar de lo feo y de lo hortera, a pesar de todo. Tantísimo lo echaba de menos, que le dí al pobre taxista un auténtico speech sobre mi vida en dicho idioma y me dí un paseo por Paulista nada más llegar.

El mismo domingo Geevitha llegó de Francia y la recibimos con una copiosa cena en mi casa. Y Marc no ha podido coger el avión de vuelta a Brasil por culpa de la nube de humo causada por un volcán chileno (yo volví un día antes), así que va a pasarse 35 fantásticas horas metido en un autobús. Lo compadezco. Espero que vosotros también.

Suficiente, otro día os cuento más.

martes, 31 de mayo de 2011

Varios sinsentidos

Hace cosa de un mes y medio o dos que están reformando el piso de al lado. Y no sé exactamente qué es lo que estarán haciendo, pero por lo visto necesitan martillos percutores. Y qué mejor hora que ponerlos en funcionamiento que las 8.00 de la mañana, ¿verdad? Lo gracioso es que sólo los usan hasta las 10. Y ahí es donde me pregunto… ¿Por qué narices no empiezan a las 10 y percuten hasta las 12, eh?  Mi madre estará pensando al leer esto “ya te va bien, hija, así te despiertas prontito”. No, Mami, no. Lo cierto es que entra tantísima luz en mi habitación por la mañana –otro sinsentido al que me referiré más adelante-, que estoy en pie cada día a las 7, haya o no haya salido la noche anterior. Es que no tengo persianas ni cortinas. Y no las voy a comprar para 5 meses. “Entonces, cómprate un antifaz” estaréis pensando…Lo hice, os respondo, pero me aprieta la cabeza, huele a avión y es tremendamente incómodo, casi prefiero despertarme a las 7. La cuestión es que el ruido es de lo más molesto estés despierta o dormida. Desayunar con resaca y el incesante martilleo de los c*** es de las peores sensaciones de la historia. Pero tengo solución: Encontré la caja de los plomos del edificio. Me voy a plantar allí un día de estos a las 8 y voy a dejar al edificio sin luz. Espero que tarden en encontrar el problema al menos el tiempo suficiente para poder desayunar tranquila.


Siguiente sinsentido: La hora. Señores, en Brasil amanece a las 4 y anochece a las 17.30. No kidding. Y a mí se me plantea la misma pregunta que a vosotros… ¿No se les ha pasado por la cabeza ajustar la hora? Parece que no. Por favor, señores brasileños encargados de tales asuntos, háganlo. Nadie necesita que sea de día por la mañana, pero la luz por la tarde es absolutamente imprescindible. Que el Sol se vaya a las 5 me está causando problemas psicológicos. A mí y a todos los habitantes de este país, se lo prometo.

Otro… este es más short scope, pero no por ello menos idiota. Resulta que para entrar en la biblioteca de mi universidad es OBLIGATORIO dejar bolso, funda del ordenador y parecidos en una taquilla… ¡Pero aaaaaah amigo! Sólo hay 80 taquillas, y debe haber 200 sillas en la biblioteca. ¿Qué pasa si todas las taquillas están llenas? FÁCIL, ¡No puedes entrar! Entonces… ¿Si le enseño al portero que no llevo comida, ni bebida, ni objetos inflamables, ni cócteles molotov en el bolso y me comprometo a no robar ningún libro…puedo entrar? ¡Que no, leñe! ¡He dicho que no! Total, que así estamos.


¡Más! Cuando uno se sube a un autobús para ir a donde sea, al volver, NUNCA debe coger el mismo autobús en dirección opuesta. Porque  de hacerlo así, no va a llegar al lugar desde donde partió. Tiene su gracia. Así que cuando buscas instrucciones en google maps –o en sptrans, la versión paulista de la web del tmb-, debes buscarlas para los dos sentidos, ida y vuelta. Voy a añadir que coger autobuses en São Paulo es toda una aventura. Es como subirse a una montaña rusa, sólo que compartes cochecito con un montoooon de gente. Y hay un/a señor/a que se dedica exclusivamente a cobrar el ticket.


Lo siguiente lo mencioné ya en esta entrada, pero lo repito: A pesar de ser uno de los mayores productores de café, no saben prepararlo. 


Oh! No puedo dejar de referirme al tremendísimo bañador tipo "fardahuevos". Es el más usado entre los Brasileños. Una va tranquilamente a la playa y se encuentra por todas partes con esta aberración de la moda de baño. ¿Nadie les ha contado que es lo más antisexy del universo? Chico, si quieres que las piernas se te tuesten, arremángate las bermudas, pero no vayas por el mundo con esos estilismos de playa, por el bien de la humanidad. Y por tu propia dignidad. 

Y tantas otras incongruencias que salan mi existencia en este fantástico país de locos. Cuando digo fantástico, lo digo de veras. Aunque pueda parecerlo, no es una ironía.
Pero señores, this is Brazil. Si las cosas tuvieran sentido sería que estoy en Alemania. La vida aquí es más entretenida.


Un poco de música genial, va. Notad que, como he dicho,  los hombres llevan "fardahuevos". Dentro vídeo:



martes, 22 de marzo de 2011

Así en resumen...

Hace bastante que no escribo nada, he estado ocupada viviendo la vida loca. Así en resumen…
1.- Estoy entrenando a vóley con el equipo de la uni (que son muy, pero que muy, muy buenas…como se esperaría de un equipo brasileño) y después del primer entrenamiento me dolían hasta los dedos de los pies. Ahora llevo tres y ya tengo el cuerpo acostumbrado. Y los brazos más duros que una barra de acero.
2.- Este finde me ha visitado Rafa, un amigo que está trabajando en un proyecto cerquita de São Paulo y tengo que decir que nos lo hemos pasado bomba. Me lo llevé de fiesta el viernes y a un bar la mar de auténtico en Vila Madalena con música en directo el sábado, una pena que durante el día lloviera, porque no vio la ciudad. No hay como tener amigos fantásticos...
3.- Estuve en una casa suuuuper chula en la que todo gira en torno al arte. Las paredes son de colores o están pintadas con dibujos, dan conciertos, se juntan para escribir… 5 personas viven allí de manera regular y  usan las habitaciones que les sobran como hostal…muy bohemio, así en general.
4.-Casi muero ahogada en la entrada de una fiesta universitaria (a la que fui con Rafa entre otros), de la cantidad de gente que había. Gracias al cielo que un amigo se puso a dar codazos a mi alrededor, de no ser por él me tendríais esta semana en España. En ataúd. Ese mismo día había fiesta de disfraces en mi uni, y la gente ALQUILA los disfraces, os podéis imaginar lo serio del asunto. Sabiamente decidí revender mi entrada (me había costado 60 R$, más lo que me hubiera gastado en disfraz) e ir al velódromo de la USP, donde las bebidas eran baratas y la música buena.
4.- Se me han caído las chanclas por la ventana. 
5.- Cociné tortilla de patata hace dos días. Está mal que lo diga, pero estaba para chuparse los dedos.
6.- Juan ha vuelto de Chile y estoy muy contenta porque vivir sola es aburrido.
7.- Aún no tenemos sofá, vamos a acabar con Walter.
8.- Acabo de hacer crema de calabacín y está para morirse.

domingo, 13 de marzo de 2011

Comer en Brasil

La comida en Brasil siempre es muy algo. Muy salada, muy dulce, muy grasa, muy aceitosa, muy caliente…Son un país de extremos en todos los sentidos, y la gastronomía no iba a ser menos, evidentemente. El café está malísimo y siempre, repito, SIEMPRE hierve. Así que cuidad vuestros paladares y lenguas si pedís café en este lugar. Es gracioso que hagan el café tan rematadamente mal siendo uno de los mayores productores de café del mundo. Y  hay que ir con cuidado cuando uno pide café, porque si te descuidas te lo sirven ya con el azúcar. Y cuando le ponen azúcar…le ponen azúcar. Yo he visto volcar 4 cucharadas soperas colmadas de azúcar en una taza de cortado. Palabrita del niño Jesús. Y no hablemos de las tartas… uno se vuelve diabético de golpe sólo con un pedacito de pastel brasileño, que además…suelen ser de color rosa por motivos que no alcanzo a entender. Pero no todo es demasiado dulce en Brasil. También hacen cosas ricas. La farofa es una cosa MUY rica que hacen. Me encanta la farofa, me encanta. Es como un polvillo frito y seco no sé si de yuca (aquí le llaman mandioca) o de harina o de qué, pero la cuestión es que se le hecha farofa al arroz con frijoles. 
farofa
El arroz y los frijoles son la base de la alimentación brasileña. Como me despiste volveré a casa con cara de frijol. Los comen cada día, sin excepción. Pero a mí me encantan, así que ya me va bien. Aquí los restaurantes de menú de mediodía donde come la gente en su break para el almuerzo no son de menú de mediodía, son a quilo. Uno coge un plato, se sirve lo que le apetece del buffet y luego le pesan la bandeja. Lo que todavía no sé es si la báscula tiene tara o pesan también el plato… El buffet suele ser bastante variado. En realidad, hay como dos secciones: la de comida ligera y la de comida pesada. La comida ligera es básicamente ensalada (creo que no conocen las verduras cocidas ni el pescado aún) y fruta -hay que servirse el postre en el mismo plato- y la comida pesada es muy, muy pesada. Pasta con cantidades ingentes de salsas que no sé que son pero tienen pinta de ser de difícil digestión, carnes varias con legumbres, lasañas… como os digo…auténticas bombas calóricas. Y croquetas de plátano. Seguro que me gustarían si el plátano no me diera arcadas. Lo estoy pintando un poco catastrófico, pero a mí me encantan la farofa, el arroz y los frijoles. De hecho, me encantan los miércoles porque es el día nacional de la feijoada. Todo Brasil come lo mismo los miércoles. La feijoada es básicamente un puchero de frijoles negros y carne de cerdo que se come con arroz y farofa. Mi día favorito gastronómicamente hablando es el mércoles, repito. Me levanto con una sonrisa solo pensar que hay feijoada en todas partes. Y los zumos, otra cosa riquísima de Brasil…el de papaya y piña me vuelve loca, probadlo, increíble. No, no lo probéis, que la fruta tropical en Europa sabe a plástico. La papaya se llama “mamão” – léase mamau- en portugués, y la piña “abacaxi”…me encantan los nombres de las fruta en este idioma. Mamão, abacaxi, melancia (¿a que suena a melancolía? Pues es sandía), manga, melão, maçã… ¡ai qué dulce suena todo!

El tema alimentación en casa es otro tema. Sólo hace 4 días que estoy instalada, y ayer fue la primera vez que comí en el piso. Pero ah! Sorpresa! Al abrir la nevera –que ya está arreglada o eso es lo que yo creía- resulta que no sólo enfría sino que congela. Así que desayuné sorbete de leche con cereales y a mediodía carne y ensalada de zanahoria (“cenoura”) congelada. Suerte que la compré ya rallada, porque pelar y cortar cenouras congeladas no suena fácil. También están congelados los huevos. Tengo que informarme, a ver si siguen siendo buenos una vez descongelados o tengo que tirarlos. La perspectiva de agarrar salmonelosis no me parece especialmente atractiva. Y se me ha podrido el abacaxi, pero es que quedaba tan bonito en el frutero que me daba pena comerlo… Por si alguien lo dudaba, la comida en mi cocina es muy, muy sana. Y ya tengo una lista de ensaladitas y pescados que cocinar. No tengo horno, así que ni macarrones, ni recetas elaboradas de pollo ni nada de eso.

Llueve como de costumbre, pero es un buen día, señores.

Otro día os cuento más.