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viernes, 3 de junio de 2011

En el centro conocí a Andrés


Yo tenía un fantástico reloj que compré en uno de esos “Bazares de los objetos robados”, que suelen estar regentados por pakistaníes –espero que nadie se lo tome como comentario racista, porque no lo es. El verbo está conjugado en pretérito¹ (tenía) porque de meterlo en el mar se estropeó. La cuestión es que hacía tiempo que quería ir a Rua vinte e cinco de março a por uno nuevo. Y hoy, al fin, he ido.

Se trata de una calle de lo más peculiar. Para situaros un poco, dentro de lo posible, os diré que está en el centro. Uno sale del metro y lo primero que se encuentra es una legión de personas vendiendo Suflair, una chocolatina de Nestlé. Todos venden lo mismo y todos usan la misma técnica: Prácticamente te meten la chocolatina en la boca mientras gritan “Suflair, Suflair! 2 Reais! 2 Reais!” Y tienes que andar escupiendo el envoltorio para decir que no. Un método de lo más  bruto. Yo me pregunto por qué ninguno de ellos ha decidido vender algo que no sea Suflair. Lo segundo que te encuentras son centenares de tiendas de disfraces. Enormes. Pelucas de colores, máscaras, sombreros, vestidos de princesa Disney, espadas, alas…lo que no hay allí no lo hay en ningún lado. Después de las tiendas de disfraces llegan las de telas, y después, China. Nada de China Town. China de verdad, la China del Silk o el Pearl Market de Beijing. Interminables galerías llenas de puestecitos de imitaciones cuyos dueños son, evidentemente, chinos. Y tirones, y gritos y ofertas, y un poco de regateo, aunque no tan bestia como en oriente. Maletas, zapatos, electrónica, relojes, bisutería…igualito que en Pekín, sólo que en São Paulo. Lo que hace la globalización. Apunte: Los chinos hablan tan mal el portugués como el español.
Después de comprar allí mi reloj, que me ha costado menos de lo que cuesta una barra de pan decente aquí, me he dirigido al mercado municipal, también conocido como Mercadão. Allí hay hasta jamón. No especialmente bueno, pero oye, menos es nada. Mercadão es como la Boquería, sólo que un pelín más pequeño. Y con más puestos de fruta, y con pasillos más anchos. Y, a diferencia de tan conocido mercado barcelonés, Mercadão huele genial. Huele a dulce, entre a fruta madura y chocolate. Fabuloso. Allí he conocido a Andrés. Andrés es un niño de 5 años.
Estaba yo sacándole una foto a una tienda de especias, con los cascos grandotes del ipod puestos, y el niño se ha colado en la foto, y claro…luego ha querido verla. Después ha querido saber qué era eso que llevaba en las orejas. Le he puesto los auriculares, me ha quitado el ipod de las manos y entre mis risas y las de su papá iba haciendo monerías. Cuando se ha acabado la batería del ipod, ha decidido que quería jugar a ser fotógrafo, así que me ha pedido la cámara para sacar fotos. Le he pasado la correa por el cuello y entre los dos hemos fotografiado el mercado entero, con sus clientes, tiendas y dependientes. Muy entrañable. Su padre me ha dado su dirección de correo para que les envíe las fotos que le he sacado al niño y las que ha hecho él. Cuando, después de algo así como 40 minutos, le he dicho que me tenía que ir, me ha soltado: “Você è muito legal, posso ficar con você?” que significa “Eres muy guay, me puedo quedar contigo?”. Por favor, qué monada de criatura. Se me ha roto el corazón, pero he tenido que decirle que no. Ha respondido con una sonrisa que no pasaba nada, que sus “pais tambem são muito legais”.
No subo foto del niño no vaya a ser que su padre me denuncie por violar los derechos del menor, por muy guay que sea. De todos modos, las hay en facebook.
Un OLÉ por los niños con descaro que te alegran el día.


¹No viene a cuento, pero mirad qué poesía en catalán tan graciosa he encontrado:

Jo t'estimo en present d'indicatiu
i, de l'amor per fer-me un futur mèrit, 
t'estimaré en pretèrit,
participi, gerundi i subjuntiu.
Carles Fages de Climent

viernes, 11 de marzo de 2011

Estoy instalada

Al fin, después de un mes, estoy instalada. En realidad nos lo dieron el 28 de febrero, pero como estaba de viaje…eso. Por el momento no tenemos sofá ni conexión a internet y la nevera no funciona, pero tengo una cama enoooorme. Y ya se sabe…esto es Brasil y las cosas en palacio…van despacio. Ya he llamado al agente inmobiliario (un japonesillo de nombre Walter) pegándole un poco la bronca y ha prometido arreglarlo el lunes. Juan se ha ido a Chile, así que tengo el piso para mi solita. Lo que significa que tengo que convertirlo en un hogar yo solita también. Ayer fui a comprar básicos: arroz, pasta, salsa de tomate, bayetas, sábanas, jabones…y el supermercado está a 5 manzanas de mi casa. Cuando vas está en bajada pero cuando vuelves…ni en San Francisco están tan empinadas las calles. Así que verme era todo un show, una almohada y una bolsa llena de fruta en una mano, otras 3 en la otra, y los jabones en el bolso. Cuando llegué a casa mis manos estaban azules, y no estoy exagerando. Creo que me voy a comprar un carrito para ir a hacer la compra. En realidad tengo un súper en la misma manzana, pero es 3 veces más caro.

Mención aparte merece el tamaño de los productos: es todo enano. El bote de jabón familiar es más pequeño que el que compraría campanilla para su prole. En España el bote de jabón familiar es familiar de verdad, litro y medio de gel. Aquí son 300 ml. En tres días te lo has ventilado y vuelta al supermercado, un suplicio. Cuánto saben estos de Gran Consumo de cómo exprimir los bolsillos de la gente de a pie... Sao Paulo es carisísimo. Si bien es cierto que ahora el real está fuerte (hoy lo cambiaban a 2’15), comparado con el norte de Brasil, es caro también. El mismo bote de producto para el pelo cuesta el doble en Sao Paulo que en Fortaleza, :O.

Pero a lo que iba, que estoy instalada. Es un piso chiquitín de tres plantas, la distribución es más bien rara, pero mola. En la primera están la cocina y el salón…y un baño. En la segunda mi habitación con baño y en la última la de Juan, con baño también. Y una terraza donde cuelgo mi ropa a secar cuando no llueve. Todo unido por una escalera de caracol. Tenemos unas vistas muy bonitas sobre el parque de Triannon, que se ve que está lleno de yonquis por la noche. 

Las vistas desde mi balcón. Parque do Triannon

Lo que más me gusta son mis ventanas en el baño. Tengo dos ventanitas a la altura de los ojos desde donde veo el parque y edificios altos a lo lejos mientras me ducho. En mi habitación tengo un ventanal inmenso y por el momento no hay cortinas, pero creo que tengo a Walter trabajando en eso. Quizás lleguen cuando tenga que volver a Barcelona… sería gracioso. Mientras tanto creo que compraré tela negra y velcro.

Empecé a sentir que este lugar era mi hogar cuando puse la fruta en el frutero, los fruteros hacer hogar, sin duda. Piña, mango, papaya… el mío es un hogar tropical. Pero la fruta está en la cocina, y no la veo cuando me voy a dormir. Lo cierto es que mi habitación está un poco desangelada, quizás pinte un cuadro o algo así para cubrir un poco las paredes. Los cuadros también hacen hogar. Y las fotos. Tengo que poner fotos.


Y me encanta empezar las frases con conjunciones.


Creo que es suficiente por hoy. Otro día, más.