lunes, 10 de enero de 2011

El subidón de tener billete

Ayer a eso de las 00.15 compré mi billete de ida –sin vuelta (qué aventurero suena esto de comprar billetes sin vuelta) a Sao Paulo. Me voy el 31 de enero a las 18.50h y llego a Sao Paulo 15 horas después. Increíble. No entiendo por qué motivo he estado procrastinando este momento, con lo emocionante que ha sido. Al darle al botón confirmar compra se me pusieron los pelos de punta.  Luego subí a mi habitación y me puse a saltar y luego a temblar, literalmente. No sé muy bien si de emoción o de terror, tengo que averiguarlo. Lo que pensé inmediatamente después de la emoción fueron las maletas. Qué pesadilla. Me da un palo tremendo decidir qué llevarme y qué no…lo voy a pasar fatal. Quisiera llevarme toda mi colección de botas a Brasil, pero por desgracia no es ni posible ni práctico. Y también voy a tener que dejar atrás varios quilos de ropa que desearía poder llevar conmigo.

Me reconforta ver que hay gente  tan tonta como yo. No lo veáis entero o os entrarán arcadas.

Y este es un guarro que solo se lleva 2 pantalones para un mes y no lleva neceser. Pero es un experto del tetris.

Si me fuera a vivir a Zimbabue la cosa sería más fácil: 10 camisetas blancas, 4 bermudas, ropa interior y andando. Ojalá Esade tuviera intercambio en Harare, que para el que no sepa dónde cae…es capital de… pregúntaselo a mi prometido. Las cosas serían más sencillas. Las cosas no, las maletas. No tendría que decidir si meter o no el secador de pelo, porque me apuesto un ovario a que donde fuere que nos enviaran no tendrían enchufes. Imaginaos la vida en África. Levantarse por las mañanas con el rugido de un león. Eso es subidón y no lo del billete. Luego están todos los evidentes males colaterales de la vida en el piso de abajo: dónde llevar al colegio a tus niños, se va la luz a menudo, 3 de cada 4 duchas te las das con agua fría y marrón, las carnicerías están llenas de moscas, puedes contraer enfermedades que todavía no han sido descubiertas, tienes que sobornar al gobierno hasta para que te dejen importar chicles, es más probable que te devore un cocodrilo o te embista un elefante que tener un accidente de coche y todas esas otras cosas que todos conocemos y que no voy a nombrar por no sonar frívola, que no lo soy. Pero oír rugir un león por la mañana o ser testigo de la migración de  los ñus mientras te tomas tranquilamente un té con leche y azúcar a las 5 o’clock es suficiente para contrarrestar todo lo anterior. Eso contando que vives en la sabana, y no en la ciudad. Pero el caso es que en África me late el corazón a otro ritmo. Me están entrando ganas de mandarlo todo a tomar viento, hacer un curso de enfermería y mudarme a Zambia. Quizás lo haga mañana. Ya estoy desviándome del tema otra vez. Volvamos a mi billete de ida a Sao Paulo. Me gusta que sea el 31 de enero, porque hasta el momento respondía a todo aquél que me preguntaba sobre mi fecha de partida con un vago “Me voy a final de mes” para evitar tener que decir que aún no tenía billete y ahorrarme todos los comentarios idiotas y repetitivos que la gente hacía al respecto. Y así ha sido, me voy a final de mes. La he clavado. Más a final de mes imposible. Zasca.
Me voy 14 días antes de empezar el curso para poder encontrar piso y familiarizarme con la ciudad, que eso me lleva un tiempo. Me gusta pasearme sola por la ciudad unos pocos días. Este verano, en Nueva York, la primera semana no me relacioné con nadie más que con mi compañera de habitación, y procuraba evitarla al máximo. No soy ninguna friky, os juro que estar solo un tiempo es sano, igual que hablar de la muerte. Ayuda a organizar las ideas. Supongo que si encima escribes un diario debe ser la repanocha, pero no es mi caso. De cualquier modo, fue genial estar sola unos días. Cada tarde iba a leer al parque.  Central Park es el más famoso, pero no os dejéis engañar, Washington square es mucho mejor, por no hablar de los de downtown, que están llenos de drogadictos. Era todo un ritual. En mi bolso llevaba un trozo de tela de cuadros, el libro, agua y una manzana…muy peliculero. De camino sonaba Sinatra en mi ipod y tenía que hacer esfuerzos para no ponerme a bailar en la calle, por miedo a que me encerraran en una institución mental, que los americanos son muy de eso. Cuando llegaba al parque, extendía mi tela y me comía mi manzana mientras tarareaba My way, me reclinaba en el árbol y observaba el personal antes de ponerme a leer. Observar a la gente es una actividad que debería ser considerada deporte de alto riesgo. Nunca sabes lo que te puede pasar. Tan pronto se te acerca un perro con ganas de jugar, como un crío te da en toda la cara con su frisbee mientras estabas distraída mirando a la viejecita que lava los dientes de su perro en la fuente, como un homeless te amenaza de muerte empuñando una zanahoria. Y a veces la gente se enfada cuando nota que está siendo observada. Lo cierto es que es incómodo que te observen, pero observar es de lo más interesante. Habréis notado que durante la primera semana de mi estancia en Nueva York creí que era un personaje de Woody Allen. A ver qué director toca en Sao Paulo.
De nuevo al tema: Brasil y mi billete.  Resulta que le he dicho a mejor amiga, que viene siendo algo así como mi 5ª extremidad, que me he comprado billete y en cambio de sonreír va y se pone moñas. No Zupan, no. No es un buen momento, que me vas a hacer llorar.

Hasta aquí. Otro día más.

1 comentario:

  1. Jo tmb prefereixo Washington Sq!!!! A la "mala" no t'oblidis de la protecció solar que ara és estiu allà!!!

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