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jueves, 17 de noviembre de 2011

NO soy Michael

Estoy afónica.  No un poco afónica, no. MUY afónica. Llevo afónica desde el sábado por la tarde y lo estaré hasta el próximo sábado por la mañana, con suerte. Para mi desgracia, mi falta de voz no se debe a ninguna bacanal, sino a que tengo nódulos en las cuerdas vocales y se me va la voz a la mínima que la use un pelín más de lo habitual.  Os explico así rapidito y en cristiano que es esto de los nódulos:
Las cuerdas vocales son dos membranas que están en la laringe (justo al principio de la tráquea, en el interior del cuello) que trabajan de manera similar a cuando estiramos la boca de un globo y dejamos salir el aire. ¿Verdad que hace un sonido agudo? Pues las cuerdas vocales igual,  solo que podemos regular cuán grave es el sonido que emitimos según las membranas estén mas tensas o mas relajadas. Cuando se cierran las cuerdas vocales, el aire choca contra ellas, las hace vibrar y produce el sonido, nuestra voz. En realidad, si vierais una foto, pensaríais que más que un globo, parece una vagina (dicho esto,  ya podéis borrar esta idea rara de que tenemos una vagina en la laringe).  Pues bien, los nódulos son bultitos que salen sobre los bordes de estas membranas de manera simétrica (uno en cada membrana) y que impiden que cierren como deberían. Cuanto más y peor usas la voz, más se inflaman y más aspirada suena, e incluso se hace imposible producir determinados sonidos.  Para eliminarlos hace falta cambiar de hábitos respiratorios y economizar el uso de la voz. Conclusión: no sé respirar. Bueno, ahora ya sabéis lo que son los nódulos. Nunca te acostarás sin saber una cosa más.
El rollo este venía a que estoy afónica, MUY afónica. Tanto que ayer no podía coger el teléfono porque no me oían al otro lado. Como viene siendo tradición, ha sido motivo de bromitas genuinamente inglesas, pero eso lo llevo con estoicidad. Peor ha sido lo de hoy. He cogido el teléfono y no solo no me han reconocido, sino que mi interlocutor primero me ha preguntado si era Michael y luego me ha pedido hablar con Isabel. Ole la Sole.  

martes, 1 de noviembre de 2011

¡FUEGO!

Varios de mis amigos estudiaron una temporada en colegios ingleses. Prácticamente todos ellos me habían contado historias  graciosas sobre cómo tuvieron que bajar en ropa interior al jardín del internado durante un simulacro de incendio, pero nunca pensé que yo viviría uno. En España estas cosas no pasan. En Esade no ha habido ni uno en 5 años, ni lo habrá en los próximos 10…como tampoco lo hubo en el colegio ni los hay en tantísimos otros lugares. ¡Y suerte que no los hay! Con lo poco que nos gusta trabajar, si descubren el filón habría simulacros cada 5 minutos: Es la mejor excusa para salir a fumarse un cigarrillo.
El caso es que estaba tranquilamente en la oficina, tomándome una buenísima y calentita crema de calabaza cuando ha empezado a sonar la alarma de incendios. Yo no pretendía levantarme, estaba claro que era un simulacro: no había humo por ninguna parte ni se oían gritos ni ajetreo…pero  los ingleses son muy ingleses y se toman estas cosas muy a pecho, así que me han hecho dejar mi cremita calentita a medias y salir a toda prisa por las escaleras de emergencia. Total, para pasar frío, ponernos a todos a formar, contar cabezas y otra vez a trabajar. Señores británicos de mi corazón: Los simulacros no sirven para nada. El día que haya fuego de verdad, la evacuación será caótica por muchas veces que practiquen. Y encima, cuando he vuelto a entrar, mi crema estaba fría.

viernes, 7 de octubre de 2011

Sobre la lluvia y mi mala pata

For the record, he mejorado mucho al volante. No me ha pasado nada, y eso que conduzco una media de 3 horas diarias. Ni la lluvia puede conmigo. Sí, llueve. Esta tarde, mucho. Cats and dogs, pouring rain, pitchforks, a mares, a cántaros, chuzos de punta.  Pero volvía yo en mi coche hacia casa por la M25, cruzando Dartford crossing (que es un puente la mar de largo que pasa por encima del Támesis), cuando se han apartado las nubes y ha aparecido un perfecto y precioso arcoíris. Y yo iba en mi coche con la radio a TODO volumen cantando y bailando como una posesa. Y no he podido más que ponerme a reír, ha sido uno de esos milisegundos en la vida de uno, en los que sientes que vas a estallar de felicidad.

Y ahora pasemos a cosas más mundanas. Ayer por la mañana hice mucho el ridículo. MUCHO. Resulta que aquí donde vivo, la basura no se tira en contenedores gigantes que recoge el ayuntamiento cada noche. Cada vecino tiene un minicontenedor en su casa, y va acumulando ahí las bolsas hasta que llega el miércoles por la noche de cada dos semanas. Entonces, los vecinos sacan sus contenedores a la calle, y el jueves por la mañana, a eso de las 8, viene el camión de la basura, vacía los cubos, los limpia y lo sitúa delante de la casa correspondiente (es que están marcados, como la ropa de los niños en los campamentos). La cuestión es que yo olvidé sacarlo el miércoles, y cuando salí de casa el jueves para ir al trabajo, me encontré al basurero limpiando los contenedores de mis vecinos. “MIERDA”, pensé, “¡MIERDA! ¡MIERDA! Llego tarde y como no saque ahora el contenedor, la basura va a entrar en putrefacción y no la sacarán hasta dentro de otros 15 días 
¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA!” – sepa el lector que el miércoles anterior también me había olvidado-. Así que entré otra vez en casa, con mucha prisa, me di de bruces contra el cristal de la puerta corredera del jardín (eso no lo vio más que el gato del de al lado, que se cuela), abrí la puerta con un chichón en la cabeza, salí, cogí el contenedor y abrí la puerta del jardín hacia la calle para sacarlo fuera - con el pié-, con la mala pata de que cuando lo estaba sacando, se me cayó. Y no solo se me cayó, se abrió y se desparramaron las bolsas, y resulta que una estaba abierta. Pero no solo eso. Luego me tropecé con el cubo y caí JUSTO encima de toda la basura. OLÉ. Os podéis imaginar la reacción del basurero. No se rió conmigo, se rió de mí. Y yo me reí con él. De mí. 
Y nada, ducha, cambio y 30 minutos tarde al trabajo. Colorín colorado.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Primeros días

Esto llega un poco tarde, y por lo tanto hay bastante que contar.  Então…. Primero os sitúo:
Estoy trabajando en el Reino Unido, en una distribuidora de productos de caducidad temprana.  Tres días a la semana trabajo en el condado de Kent, y dos en London.  Digo que trabajo en el condado de Kent y no soy más explícita porque en este momento mi oficina está en el Puerto de Sheerness, pero nos mudamos el lunes a Canterbury. Therefore, vivo en un pueblecito llamado Sittingbourne (que está igual de lejos –o de cerca- de un lugar que del otro) tres días a la semana, y en la capital otros 4. Y lo más importante y osado: tengo coche.  
Es una pena que nos vayamos de aquí, porque el “dock” es precioso. A ver…precioso si lo miras desde una perspectiva  industrial, me refiero. La cuestión es que hay enooooooormes barcos que vienen a  descargar todo tipo de mercancías, y enoooooormes grúas que retiran los contenedores y centenares de personas que conducen carretillas elevadoras, aquello que en los almacenes llaman “toros” porque tienen como dos cuernos que levantan  los palés (os he puesto un link a Wikipedia por si no sabéis lo que son) y apilan las cajas. El Olimpo de la planificación,  logística y el supply chain management. Estoy enamorada.  
Bueno va, empiezo. Llegué al Reino Unido el viernes pasado, acompañada de mamá. Evidentemente, no nos vinimos a Kent. Nos quedamos en Londres e hicimos eso que se espera de dos europeas que van a Londres: ir de compras. También visitamos el parlamento porque a ella le cogió un ataque de culpabilidad y una necesidad imperiosa de sentir que estaba hacienda algo más que comprar (qué terrible sentimiento), pero ni una cosa ni la otra tienen mayor importancia.
El lunes vinimos a Sittingbourne para  deshacer maletas, hacer la compra… pero sobretodo, para conducir. ¡Hay que ver! No hace ni 10 días que me he sacado el carné de conducir y no se me ocurre otra cosa que irme al único país de Europa donde conducen por el otro lado. No sería un problema si no necesitara el coche…pero es que sí lo necesito.
Es evidente que el hecho de conducir por la izquierda es en sí mismo un hándicap, pero no es, ni de lejos, lo peor. Lo peor es, sin duda alguna, tener la otra mitad del coche a la izquierda. A conducir por ese lado te acostumbras rapidinho: las rotondas las cojo por el lado que toca sin mayor dificultad, no me he puesto contra dirección en ningún momento y lo cierto es que la señalización es impecable. Hay que agradecer la consideración de los ingleses hacia los continentales: cada pocos metros hay flechecitas que te recuerdan cuál es el lado de la vía por el que debes circular. Tener el cambio de marchas al otro lado tampoco es demasiado problemático.
Lo que decía, que aun no he interiorizado que el volumen del coche esta a mi izquierda, y no a mi derecha. Total, que aparcar es una autentica pesadilla… y voy comiéndome retrovisores y bordillos por doquier. Calcular las distancias ya era complicado para mí en circunstancias normales, y ahora que el retrovisor interior mira hacia el otro lado lo es todavía mas.  Pero aún no le he hecho ni una sola ralla a mi Citroen Xsara Picasso granate. Si, un coche muy de familia.
Leslie, una señora que trabaja en mi empresa, viene a recogerme todas las mañanas y me guía hasta la oficina (ella en su coche, yo en el mío) y me cuida como si fuera mi madre. Se ocupa de que todo en mi casa funcione bien, que no me falte nada, que tenga móvil, me enseñó el puerto… una monada de mujer. El primer día llovía (que raaaaroooo – aunque a título informativo os diré que estamos teniendo una semana bloody sunny) y yo no sabía como poner los limpiaparabrisas y el embrague se me enganchaba con la alfombrilla y…fueron los peores 10 minutos de mi vida, pero sigo viva. Y ayer conduje yo sola de verdad (sin nadie de copiloto y ningún coche delante que me hiciera de lazarillo) hasta el supermercado y volví de noche. Y supe poner las luces –que no sabía- y sobreviví.  Pasé un poquito de miedo, pero sobreviví.

Otro día os cuento qué tal en la oficina, que no tiene desperdicio.  Y habrá también un post sobre mi casita.

Bon vent!

martes, 6 de septiembre de 2011

Me voy a UK

Me voy a Canterbury en breve. Estaré hasta finales de enero. Espero poder contaros historias divertidas sobre mis días allí. Voy a tener coche y acabo de sacarme el carné, así que apuesto a que más de una  será sobre como casi me muero al incorporarme en una rotonda en sentido contrario.
Canterbury queda a  50 minutos de Londres, y Londres queda a menos de 40€ de España, así que estáis invitados a hacerme una visita.
Espero volver hecha una brit. Le daré a la Queen recuerdos de vuestra parte.

domingo, 30 de enero de 2011

Despedidas

Esta última semana ha sido una auténtica agonía en cuanto a despedidas se refiere. Un auténtico agobio. No es que no me hiciera ilusión despedirme de todo el mundo, es que tenía sensación como que me iba a morir y la gente quería verme por si fueran mis últimas horas de vida. No me muero, solo me voy a Brasil, que total, tampoco está tan, tan lejos. Al fin y al cabo son 12 horas de vuelo. Ir a París en coche casi lleva más tiempo.
Las  despedidas empezaron el viernes 21 y acabaron ayer. En realidad ha sido como una sola, pero muy, muy larga. Empezaron en Ninfas y acabaron en Ninfas, cerrando el círculo.  Me voy por un tiempo indeterminado entre 5 meses y un año. Indeterminado, porque juegan varios factores. A saber: 1.- hacer o no cooperación internacional en Latino-América. De ser que sí, entonces volvería en septiembre, es decir, a los 8 meses, casi un embarazo. 2.- Encontrar o no prácticas en el extranjero. Cuando digo extranjero me refiero a fuera de Europa, porque de ser allí, procuraría pasar por casa, más que nada para cambiar la ropa de verano por la de invierno. Mi intención es encontrarlas en EE.UU, si puede ser, en una productora de cine o de teatro, o al menos algo relacionado con la cultura…una editorial, un museo… pero aún no me he puesto a ello, todo se andará. Y puestos a exigir, que sean en Nueva York, que me tiene robado el corazón a pesar del calor, las ratas y la peste a basura.
Pues eso, que si encuentro prácticas fuera no pasaré por Barcelona hasta enero 2012…lo que significa que estaré fuera 1 año entero. Y con mi madre o con cualquiera de vosotros puedo hablar por skype o escribiros un mail, pero hay dos cosas que voy a echar de menos de verdad: el jamón y el cola-cao. Por supuesto que me voy a llevar jamón envasado al vacío…pero será cuando se acabe que lo echaré de menos, evidentemente. Que quede claro que no es que os quiera menos que al jamón. Es que el jamón cuesta más de encontrar.
Es gracioso, porque en España no suelo tomarlo, pero cuando salgo del  país aunque sean 10 días, me mmmmmmuero por comer jamón – que por cierto, es una palabra con mucho genio, probablemente mi favorita del vocabulario español, junto a jaleo. Con el Cola-cao pasa lo mismo, solo que no suena bien. De hecho, cuando no estoy en España, tengo que tomar la leche blanca –o simplemente no la tomo- porque no me gustan los polvos de cacao que no son Cola-cao. Los de Nutrexpa podrían pagarme por la publicidad que les estoy haciendo.  Pero volvamos a lo que estábamos, las despedidas. Que se me están haciendo largas. Y que tengo ganas de plantarme ya en Brasil y encontrar piso y… ah! Por cierto, que ya tengo visado, aunque me costó dos mañanas perdidas en el consulado y muchas horas sentada en salas de espera. No acabo de entender cuál es el problema que tiene el gobierno de Brasil con que vayamos a estudiar a su país.
Al tema: Es muy probable que cuando yo vuelva, mis amigos estén de intercambio y luego todos habremos acabado la carrera y cada cual se irá donde le ofrezcan trabajo, así que quizás con alguno no nos volvemos a ver. En una de estas despedidas, que aunque agónicas en su conjunto, individualmente han sido de lo más divertidas, les dije a mis amigas que las amistades vienen y van y que precisamente por eso no iba a echarlas de menos, y lo decía en serio. Pero que no las eche de menos no significa en absoluto que no me las quiera muchísimo. Es solo que la vida da mil vueltas, y que si no están ellas habrá otras personas. Y recordaré con cariño y quizás hasta nostalgia las situaciones por las que pasamos juntas, pero no las echaré de menos. Es mejor pasar por esta vida ligero de equipaje. No era para que se sintieran mal, era una manera de decir que uno tiene que estar contento con lo que hay, y que echar de menos es un incordio, así que no vale nada la pena.


Ya basta. Otro día, más.