Esta última semana ha sido una auténtica agonía en cuanto a despedidas se refiere. Un auténtico agobio. No es que no me hiciera ilusión despedirme de todo el mundo, es que tenía sensación como que me iba a morir y la gente quería verme por si fueran mis últimas horas de vida. No me muero, solo me voy a Brasil, que total, tampoco está tan, tan lejos. Al fin y al cabo son 12 horas de vuelo. Ir a París en coche casi lleva más tiempo.
Las despedidas empezaron el viernes 21 y acabaron ayer. En realidad ha sido como una sola, pero muy, muy larga. Empezaron en Ninfas y acabaron en Ninfas, cerrando el círculo. Me voy por un tiempo indeterminado entre 5 meses y un año. Indeterminado, porque juegan varios factores. A saber: 1.- hacer o no cooperación internacional en Latino-América. De ser que sí, entonces volvería en septiembre, es decir, a los 8 meses, casi un embarazo. 2.- Encontrar o no prácticas en el extranjero. Cuando digo extranjero me refiero a fuera de Europa, porque de ser allí, procuraría pasar por casa, más que nada para cambiar la ropa de verano por la de invierno. Mi intención es encontrarlas en EE.UU, si puede ser, en una productora de cine o de teatro, o al menos algo relacionado con la cultura…una editorial, un museo… pero aún no me he puesto a ello, todo se andará. Y puestos a exigir, que sean en Nueva York, que me tiene robado el corazón a pesar del calor, las ratas y la peste a basura.
Pues eso, que si encuentro prácticas fuera no pasaré por Barcelona hasta enero 2012…lo que significa que estaré fuera 1 año entero. Y con mi madre o con cualquiera de vosotros puedo hablar por skype o escribiros un mail, pero hay dos cosas que voy a echar de menos de verdad: el jamón y el cola-cao. Por supuesto que me voy a llevar jamón envasado al vacío…pero será cuando se acabe que lo echaré de menos, evidentemente. Que quede claro que no es que os quiera menos que al jamón. Es que el jamón cuesta más de encontrar.
Es gracioso, porque en España no suelo tomarlo, pero cuando salgo del país aunque sean 10 días, me mmmmmmuero por comer jamón – que por cierto, es una palabra con mucho genio, probablemente mi favorita del vocabulario español, junto a jaleo. Con el Cola-cao pasa lo mismo, solo que no suena bien. De hecho, cuando no estoy en España, tengo que tomar la leche blanca –o simplemente no la tomo- porque no me gustan los polvos de cacao que no son Cola-cao. Los de Nutrexpa podrían pagarme por la publicidad que les estoy haciendo. Pero volvamos a lo que estábamos, las despedidas. Que se me están haciendo largas. Y que tengo ganas de plantarme ya en Brasil y encontrar piso y… ah! Por cierto, que ya tengo visado, aunque me costó dos mañanas perdidas en el consulado y muchas horas sentada en salas de espera. No acabo de entender cuál es el problema que tiene el gobierno de Brasil con que vayamos a estudiar a su país.
Al tema: Es muy probable que cuando yo vuelva, mis amigos estén de intercambio y luego todos habremos acabado la carrera y cada cual se irá donde le ofrezcan trabajo, así que quizás con alguno no nos volvemos a ver. En una de estas despedidas, que aunque agónicas en su conjunto, individualmente han sido de lo más divertidas, les dije a mis amigas que las amistades vienen y van y que precisamente por eso no iba a echarlas de menos, y lo decía en serio. Pero que no las eche de menos no significa en absoluto que no me las quiera muchísimo. Es solo que la vida da mil vueltas, y que si no están ellas habrá otras personas. Y recordaré con cariño y quizás hasta nostalgia las situaciones por las que pasamos juntas, pero no las echaré de menos. Es mejor pasar por esta vida ligero de equipaje. No era para que se sintieran mal, era una manera de decir que uno tiene que estar contento con lo que hay, y que echar de menos es un incordio, así que no vale nada la pena.
Ya basta. Otro día, más.