For the record, he mejorado mucho al volante. No me ha pasado nada, y eso que conduzco una media de 3 horas diarias. Ni la lluvia puede conmigo. Sí, llueve. Esta tarde, mucho. Cats and dogs, pouring rain, pitchforks, a mares, a cántaros, chuzos de punta. Pero volvía yo en mi coche hacia casa por la M25, cruzando Dartford crossing (que es un puente la mar de largo que pasa por encima del Támesis), cuando se han apartado las nubes y ha aparecido un perfecto y precioso arcoíris. Y yo iba en mi coche con la radio a TODO volumen cantando y bailando como una posesa. Y no he podido más que ponerme a reír, ha sido uno de esos milisegundos en la vida de uno, en los que sientes que vas a estallar de felicidad.
Y ahora pasemos a cosas más mundanas. Ayer por la mañana hice mucho el ridículo. MUCHO. Resulta que aquí donde vivo, la basura no se tira en contenedores gigantes que recoge el ayuntamiento cada noche. Cada vecino tiene un minicontenedor en su casa, y va acumulando ahí las bolsas hasta que llega el miércoles por la noche de cada dos semanas. Entonces, los vecinos sacan sus contenedores a la calle, y el jueves por la mañana, a eso de las 8, viene el camión de la basura, vacía los cubos, los limpia y lo sitúa delante de la casa correspondiente (es que están marcados, como la ropa de los niños en los campamentos). La cuestión es que yo olvidé sacarlo el miércoles, y cuando salí de casa el jueves para ir al trabajo, me encontré al basurero limpiando los contenedores de mis vecinos. “MIERDA”, pensé, “¡MIERDA! ¡MIERDA! Llego tarde y como no saque ahora el contenedor, la basura va a entrar en putrefacción y no la sacarán hasta dentro de otros 15 días ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA!” – sepa el lector que el miércoles anterior también me había olvidado-. Así que entré otra vez en casa, con mucha prisa, me di de bruces contra el cristal de la puerta corredera del jardín (eso no lo vio más que el gato del de al lado, que se cuela), abrí la puerta con un chichón en la cabeza, salí, cogí el contenedor y abrí la puerta del jardín hacia la calle para sacarlo fuera - con el pié-, con la mala pata de que cuando lo estaba sacando, se me cayó. Y no solo se me cayó, se abrió y se desparramaron las bolsas, y resulta que una estaba abierta. Pero no solo eso. Luego me tropecé con el cubo y caí JUSTO encima de toda la basura. OLÉ. Os podéis imaginar la reacción del basurero. No se rió conmigo, se rió de mí. Y yo me reí con él. De mí.
Y nada, ducha, cambio y 30 minutos tarde al trabajo. Colorín colorado.
Y ahora pasemos a cosas más mundanas. Ayer por la mañana hice mucho el ridículo. MUCHO. Resulta que aquí donde vivo, la basura no se tira en contenedores gigantes que recoge el ayuntamiento cada noche. Cada vecino tiene un minicontenedor en su casa, y va acumulando ahí las bolsas hasta que llega el miércoles por la noche de cada dos semanas. Entonces, los vecinos sacan sus contenedores a la calle, y el jueves por la mañana, a eso de las 8, viene el camión de la basura, vacía los cubos, los limpia y lo sitúa delante de la casa correspondiente (es que están marcados, como la ropa de los niños en los campamentos). La cuestión es que yo olvidé sacarlo el miércoles, y cuando salí de casa el jueves para ir al trabajo, me encontré al basurero limpiando los contenedores de mis vecinos. “MIERDA”, pensé, “¡MIERDA! ¡MIERDA! Llego tarde y como no saque ahora el contenedor, la basura va a entrar en putrefacción y no la sacarán hasta dentro de otros 15 días ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA!” – sepa el lector que el miércoles anterior también me había olvidado-. Así que entré otra vez en casa, con mucha prisa, me di de bruces contra el cristal de la puerta corredera del jardín (eso no lo vio más que el gato del de al lado, que se cuela), abrí la puerta con un chichón en la cabeza, salí, cogí el contenedor y abrí la puerta del jardín hacia la calle para sacarlo fuera - con el pié-, con la mala pata de que cuando lo estaba sacando, se me cayó. Y no solo se me cayó, se abrió y se desparramaron las bolsas, y resulta que una estaba abierta. Pero no solo eso. Luego me tropecé con el cubo y caí JUSTO encima de toda la basura. OLÉ. Os podéis imaginar la reacción del basurero. No se rió conmigo, se rió de mí. Y yo me reí con él. De mí.
Y nada, ducha, cambio y 30 minutos tarde al trabajo. Colorín colorado.
Buaaa... Esta escena es super disparatada, hilarante... digna de una comedia de Woody Allen, Charles Chaplin o Billy Wilder. Creo que ni ellos hubiesen sido capaces de escribir algo tan genial. La realidad, una vez más, supera a la ficción. BRUTAL, sin duda es tu mejor entrada, es lo más fuerte y lo más susceptible de ser contado que te ha pasado en algún tiempo. Guaauu.
ResponderEliminarEs una escena cómica perfecta.
ResponderEliminarM'encanta
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