martes, 1 de noviembre de 2011

¡FUEGO!

Varios de mis amigos estudiaron una temporada en colegios ingleses. Prácticamente todos ellos me habían contado historias  graciosas sobre cómo tuvieron que bajar en ropa interior al jardín del internado durante un simulacro de incendio, pero nunca pensé que yo viviría uno. En España estas cosas no pasan. En Esade no ha habido ni uno en 5 años, ni lo habrá en los próximos 10…como tampoco lo hubo en el colegio ni los hay en tantísimos otros lugares. ¡Y suerte que no los hay! Con lo poco que nos gusta trabajar, si descubren el filón habría simulacros cada 5 minutos: Es la mejor excusa para salir a fumarse un cigarrillo.
El caso es que estaba tranquilamente en la oficina, tomándome una buenísima y calentita crema de calabaza cuando ha empezado a sonar la alarma de incendios. Yo no pretendía levantarme, estaba claro que era un simulacro: no había humo por ninguna parte ni se oían gritos ni ajetreo…pero  los ingleses son muy ingleses y se toman estas cosas muy a pecho, así que me han hecho dejar mi cremita calentita a medias y salir a toda prisa por las escaleras de emergencia. Total, para pasar frío, ponernos a todos a formar, contar cabezas y otra vez a trabajar. Señores británicos de mi corazón: Los simulacros no sirven para nada. El día que haya fuego de verdad, la evacuación será caótica por muchas veces que practiquen. Y encima, cuando he vuelto a entrar, mi crema estaba fría.

lunes, 24 de octubre de 2011

Mi casa en la campiña inglesa e introducción a Dorset

Yo creía que en Londres iba a llover a diario. Menuda mentira. Llevo aquí casi dos meses y no ha llovido más que un día, y cuatro gotillas (lo cierto es que fueron algunas más). No sé si sentirme decepcionada o saltar de la alegría. En realidad, yo solo necesito dos cosas para empezar el día con buen pie: Sol y mi pastilla de hierro. Si me falta una de las dos, no hay cafeína que valga. Pero yo venía con la idea de que iba a llover, y vivo en tensión esperando el día en que lo haga. Mientras tanto, me pasa eso de que voy a explotar de la emoción al ver la luz de la mañana iluminar los prados verdes en mi camino hacia el trabajo. Esto es precioso. Y ahora que las hojas empiezan a vestirse de otoño, todavía más. Alucinante. Yo quiero amasar un montón de pasta y comprarme una Manor House en el campo inglés con caballos, y tener una vajilla con florecitas inglesas  y llevar sombreros ingleses con plumas de faisán y un jardín con estanque inglés e ir vestida de verde y marrón que eso es muy de campiña inglesa. Y le haré llevar kilt al mayordomo (la kilt, para el que no lo sepa, es la faldita de cuadros que lleva Mel Gibson en Brave Heart). Sí, eso es escocés pero me da igual. Las kilt i los calcetines hasta la rodilla son la mar de cómicos. Y tendré una cocinera rolliza, de piel blanca y mejillas sonrosadas que llevará uno de esos gorros blancos como de ducha pero de punto que llevaban las cocineras inglesas en el siglo XIX y que cuidará los pollos, patos, vacas, ovejas y los cerdos que tendremos en la parte de atrás. Y cocinará mucho roast beef con puré de manzana.  Y esquilará las ovejas y me tejerá bufandas al lado de la chimenea.  Y organizaremos torneos de tiro al plato. Y cacerías del zorro a caballo, aunque esté prohibido, que eso de saltarse las normas es muy de Lord. Y tocarán la trompeta  que no es una trompeta sino que es un cuerno y que se toca cuando se caza el zorro y a mí me hará una gracia tremenda. Pero no mataremos el zorro. Lo dormiremos o algo así. Qué bucólico, ¿verdad? Y como el Jack/John/Earnest Worthing de Wilde*, tendré una casa en la ciudad (blanca y con geranios en la entrada), y quizás hasta una falsa identidad. E iré a menudo a visitar a los bankers, que seguirán viviendo en Dorset y montando bacanales en su casa todos los fines de semana. 
Me pregunto cómo voy a hacer para conseguir todo eso, porque por lo pronto, he decidido que al terminar la carrera, quiero ser camarera. O dependienta en una tienda, está por ver. Eso sí, camarera o dependienta en Londres o Nueva York. Puestos a ser una de las dos cosas, que por lo menos sea en una ciudad guay. Y con eso no se sale de mileurista, está claro. Vais a pensaros que no lo digo en serio. Y lo cierto es que pocas veces en mi vida he hablado más seriamente. Todo el mundo debería trabajar en algo así al menos una vez en la vida. He dicho. Además, el trabajo de oficina me da arcadas.
Vuelvo a los bankers, que lo he soltado así y no los he presentado. Los bankers son Manel, Edu y Jorge. Viven al ladito de Dorset Square y como reza su apodo, trabajan en bancos. Tienen en casa un colchón llamado “Mugri” (de mugriento), en el que han dormido unas 40 personas en los últimos dos años. En el piso que está justo encima viven Judith, (una chica monísima que por desgracia se vuelve a España en breve) Natalia y Oscar (que toca el piano la mar de bien) y una Jordana que no viene al caso. Cuando Judith se vaya,  yo ocuparé su habitación hasta enero cuando llegue Nico (un banker en potencia) y nos daremos la vez. El fin de semana pasado se mudaron a Dorset Carol y Adrián, una pareja de fantásticos. Ella trabaja en el sector financiero y él va a hacerlo pronto. Cerca de Dorset vive Núria, que trabaja para una empresa que hace páneles de consumidores. Luego está Juan, que en realidad es un consultant (y no un banker, me refiero) y que vive con Paola, otra banker, en Marble Arch. Y Jordi, otro consultant que trabaja a caballo entre Barcelona y London y que se pasa el día en el avión. Y Marc y Xavi, los interns, que viven juntos en algún lugar cerca de King's Cross. Lo que (casi) todos tenemos en común es que hemos estudiado ADE y que (casi) todos lo hemos hecho en ESADE o en la Pompeu.   Y luego tenemos artistas invitados. Este fin de semana han sido los padres de Edu, la madre de Judith y Emi (otro banker, estamos rodeados). Esto parece una sitcom en toda regla. Me siento como en Friends. Pero sin Central Perk. Tenemos que encontrar un Central Perk.
Algo muy gracioso de la vida en Dorset son los domingos. Creo que el domingo se ha convertido en mi nuevo día favorito. Los domingos en general, se come en casa de la yaya, AKA Juan. Juan es canario, y lleva algunas horas de retraso en el cuerpo, lo que significa que comemos a las 5 el día que comemos pronto, aunque a su favor hay que decir que se esmera mucho en que comamos bien. Que si solomillo de cerdo y suflé de patata, que si esto, que si lo otro… El domingo pasado, por ejemplo, nos cocinó fajitas. Pero no seáis ilusos. Juan no le puso a la carne los polvillos de Old el Paso que todos conocemos, ¡NO! La yaya le puso camembert y queso azul al potaje de carne con verduras. Y cantidades ingentes de perejil. Nadie notó el sabor del queso en particular, pero la amalgama en general estaba requetebién.

Algo que me tiene muy preocupada es que no he subido aún a ningún autobús londinense. Un lastre.

Hasta aquí por hoy.

* Jack Worthing es junto a Algernon Moncrieff el potagonista de la obra The importance of being Earnest, a trivial comedy for serious people de Oscar Wilde.

viernes, 7 de octubre de 2011

Sobre la lluvia y mi mala pata

For the record, he mejorado mucho al volante. No me ha pasado nada, y eso que conduzco una media de 3 horas diarias. Ni la lluvia puede conmigo. Sí, llueve. Esta tarde, mucho. Cats and dogs, pouring rain, pitchforks, a mares, a cántaros, chuzos de punta.  Pero volvía yo en mi coche hacia casa por la M25, cruzando Dartford crossing (que es un puente la mar de largo que pasa por encima del Támesis), cuando se han apartado las nubes y ha aparecido un perfecto y precioso arcoíris. Y yo iba en mi coche con la radio a TODO volumen cantando y bailando como una posesa. Y no he podido más que ponerme a reír, ha sido uno de esos milisegundos en la vida de uno, en los que sientes que vas a estallar de felicidad.

Y ahora pasemos a cosas más mundanas. Ayer por la mañana hice mucho el ridículo. MUCHO. Resulta que aquí donde vivo, la basura no se tira en contenedores gigantes que recoge el ayuntamiento cada noche. Cada vecino tiene un minicontenedor en su casa, y va acumulando ahí las bolsas hasta que llega el miércoles por la noche de cada dos semanas. Entonces, los vecinos sacan sus contenedores a la calle, y el jueves por la mañana, a eso de las 8, viene el camión de la basura, vacía los cubos, los limpia y lo sitúa delante de la casa correspondiente (es que están marcados, como la ropa de los niños en los campamentos). La cuestión es que yo olvidé sacarlo el miércoles, y cuando salí de casa el jueves para ir al trabajo, me encontré al basurero limpiando los contenedores de mis vecinos. “MIERDA”, pensé, “¡MIERDA! ¡MIERDA! Llego tarde y como no saque ahora el contenedor, la basura va a entrar en putrefacción y no la sacarán hasta dentro de otros 15 días 
¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA!” – sepa el lector que el miércoles anterior también me había olvidado-. Así que entré otra vez en casa, con mucha prisa, me di de bruces contra el cristal de la puerta corredera del jardín (eso no lo vio más que el gato del de al lado, que se cuela), abrí la puerta con un chichón en la cabeza, salí, cogí el contenedor y abrí la puerta del jardín hacia la calle para sacarlo fuera - con el pié-, con la mala pata de que cuando lo estaba sacando, se me cayó. Y no solo se me cayó, se abrió y se desparramaron las bolsas, y resulta que una estaba abierta. Pero no solo eso. Luego me tropecé con el cubo y caí JUSTO encima de toda la basura. OLÉ. Os podéis imaginar la reacción del basurero. No se rió conmigo, se rió de mí. Y yo me reí con él. De mí. 
Y nada, ducha, cambio y 30 minutos tarde al trabajo. Colorín colorado.

martes, 27 de septiembre de 2011

Isabel 1, Muerte 0.

He bautizado a mi coche. Se llama Jimmy Stark, como el protagonista de “Rebelde sin causa”. Llamándolo así intento redimir un poco mi sentimiento de culpabilidad, y es que llevo dos días gloriosos al volante.
Ayer me perdí. Me perdí e hice que un trayecto que debería haber durado escasos 20 minutos durara casi dos horas. La buena de Lesley, pobre, estaba un poco atacada pensando que me habría pasado algo. El caso es que, como cada mañana, ella vino a buscarme para guiarme hasta la oficina (que desde ayer está en Canterbury) y la perdí de vista en la segunda rotonda…y evidentemente, por la ley de Murphy, cogí la salida equivocada…y resulta que en las motorways inglesas prácticamente no hay carteles que te recuerdan hacia dónde estás yendo (aunque sí hay flechas que te indican por qué lado debes ir, ironías de la vida)…y por lo visto tampoco saben lo que son los cambios de sentido, ni a distinto ni al mismo nivel. O quizás no lo sé yo. O quizás es una diferencia cultural. Total, que conduje millas y millas hasta llegar a una rotonda (roundabout en inglés, una palabra que suena de lo más graciosa cuando es pronunciada por estos peculiares isleños. A mí me hace pensar en mantequilla). Al grano: que llegué a una rotonda y dí la vuelta y logré encontrar el camino hasta Canterbury, donde paré para llamar a mi guía, Lesley. ¡Pero ah, sorpresa! Había salido de casa sin móvil. ¡Olé tu arte, Isabel! Olé. Gracias al cielo, Lesley tuvo confianza en que sabría dar la vuelta y me esperó a la salida de la rotonda en la que me perdí, y al verme pasar dirección Canterbury, me siguió. Así que bien, al final llegamos felices y contentas al despacho. Isabel 1, Muerte 0.
PEOR ha sido lo de esta mañana. No me he perdido, pero he rallado MUCHO un coche mientras aparcaba en el trabajo. MUCHO. Tanto como que además, le he roto una luz delantera. Tremendo. Y encima ha sido aparcando en batería, que suena a que debería ser más fácil. Pues bien, cuando uno tiene el volante en el lado equivocado, eso de que aparcar en batería es fácil se convierte en una MENTIRA. Yo no tengo visión espacial, y si me ponen la mitad del coche a la izquierda, el problema se eleva a la enésima potencia. Así que he dejado el otro coche monísimo. Eso sí, Jimmy Stark no tiene ni una rallita. Fenomenal. 

domingo, 25 de septiembre de 2011

Mi casita


Como dije en el post anterior, vivo en Sittingbourne. Por el momento durante toda la semana, pero a partir de octubre, solo de martes a jueves.  Es una casita unifamiliar típicamente inglesa: dos pisos, 4 habitaciones, moqueta y backyard. Muy English. Solo verla le entran a uno ganas de tomar un té con leche y galletitas. No entiendo qué tienen los europeos del norte con la moqueta, es una marranada. Además de un horror.
Vivo sola, y de mis compañeros de trabajo, solo Lesley, una señora de unos 50 años, vive en el mismo pueblo que yo. Pero solo son 3 días a la semana y yo soy muy independiente: Me gusta mucho estar sola y tranquila, tener tiempo para pasear, leer y ver películas, no tener que rendir cuentas a nadie sobre mis idas y venidas. Además, estoy en proceso de apuntarme a yoga y clases de portugués, pero antes debo solucionar mis problemas de pareja con el coche. Lo que sí me falta es un perro. A un perro no hay que darle explicaciones. Tengo tiempo para sacarlo a pasear los días que esté allí y jardín para que no se sienta demasiado encerrado el resto de la semana.  Quería traerme a Nuca, la labrador que está en casa de mis padres en San Miguel, pero mi madre no quiere compartirla conmigo. Así que estaba planteándome muy seriamente adoptar un perrito de perrera… ¡hasta que ví que casi me sale más barato comprarme uno en una tienda convencional! Otra opción es hacer de “familia” de acogida (sería mono parental en este caso)  mientras viva aquí, pero dado que solo estoy 3 días a la semana…habrá que ver si me dejan. Tengo visto un mastín gigantísimo al que han llamado Oscar y al que no cambiaría el nombre de adoptarlo, porque Oscar es un nombre genial para un perro. Quizás lo apellidaría Wilde. Que los animales de compañía tengan dos nombres me parece muy gracioso. Imaginadlo: “Oscar Wilde, seu”. Suena muy cuco. Debéis saber que los perros solo hablan catalán. Simón Bolívar también es divertido. “Simón Bolívar, dona’m la pota”. Está claro que solo los perros grandotes pueden llevar nombres así.
Otra cosa que me reconcome son las flores. Si fuera a quedarme aquí plantaría flores en el jardín, pero como solo voy a estar entre 3 y 4 meses, no vale la pena. Además, me dijeron que por lo visto este año va a nevar extremadamente pronto, así que si las plantara, se me morirían en un abrir y cerrar de ojos. Pero no puedo evitarlo, tengo una especie de necesidad urgente y primaria de plantar flores, como si mi vida dependiera de ello…y no es fácil mantenerla a ralla. Creo que si analizáramos el sentimiento en cuestión  se podría concluir que tiene algo que ver con la naturaleza maternal de las mujeres, como cuando en la prehistoria las mujeres recolectaban bayas y cuidaban de los niños mientras los hombres salían a cazar. Del mismo modo, yo necesito plantar flores para hacer más agradable mi hogar para unos hijos que no tengo –y que no tengo intención de tener en el corto plazo-  y alimentarlos con los frutos que esas plantas no van a dar.
Y finalmente, el tema decoración –de algún modo ligado con lo de las flores: Repito que solo voy a estar unos pocos meses, y la casa ya tiene el mobiliario y utensilios básicos. Lo que sí he comprado son sábanas y un par de tazas que, por si teníais alguna duda, son de los mas cursis y 5 o’clock tea time. Quiero decir que son de florecitas rosas. Y en ellas bebo leche con el Cola-cao que me ha traído mi padre este fin de semana, porque la vida sin Cola-cao es menos vida.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Primeros días

Esto llega un poco tarde, y por lo tanto hay bastante que contar.  Então…. Primero os sitúo:
Estoy trabajando en el Reino Unido, en una distribuidora de productos de caducidad temprana.  Tres días a la semana trabajo en el condado de Kent, y dos en London.  Digo que trabajo en el condado de Kent y no soy más explícita porque en este momento mi oficina está en el Puerto de Sheerness, pero nos mudamos el lunes a Canterbury. Therefore, vivo en un pueblecito llamado Sittingbourne (que está igual de lejos –o de cerca- de un lugar que del otro) tres días a la semana, y en la capital otros 4. Y lo más importante y osado: tengo coche.  
Es una pena que nos vayamos de aquí, porque el “dock” es precioso. A ver…precioso si lo miras desde una perspectiva  industrial, me refiero. La cuestión es que hay enooooooormes barcos que vienen a  descargar todo tipo de mercancías, y enoooooormes grúas que retiran los contenedores y centenares de personas que conducen carretillas elevadoras, aquello que en los almacenes llaman “toros” porque tienen como dos cuernos que levantan  los palés (os he puesto un link a Wikipedia por si no sabéis lo que son) y apilan las cajas. El Olimpo de la planificación,  logística y el supply chain management. Estoy enamorada.  
Bueno va, empiezo. Llegué al Reino Unido el viernes pasado, acompañada de mamá. Evidentemente, no nos vinimos a Kent. Nos quedamos en Londres e hicimos eso que se espera de dos europeas que van a Londres: ir de compras. También visitamos el parlamento porque a ella le cogió un ataque de culpabilidad y una necesidad imperiosa de sentir que estaba hacienda algo más que comprar (qué terrible sentimiento), pero ni una cosa ni la otra tienen mayor importancia.
El lunes vinimos a Sittingbourne para  deshacer maletas, hacer la compra… pero sobretodo, para conducir. ¡Hay que ver! No hace ni 10 días que me he sacado el carné de conducir y no se me ocurre otra cosa que irme al único país de Europa donde conducen por el otro lado. No sería un problema si no necesitara el coche…pero es que sí lo necesito.
Es evidente que el hecho de conducir por la izquierda es en sí mismo un hándicap, pero no es, ni de lejos, lo peor. Lo peor es, sin duda alguna, tener la otra mitad del coche a la izquierda. A conducir por ese lado te acostumbras rapidinho: las rotondas las cojo por el lado que toca sin mayor dificultad, no me he puesto contra dirección en ningún momento y lo cierto es que la señalización es impecable. Hay que agradecer la consideración de los ingleses hacia los continentales: cada pocos metros hay flechecitas que te recuerdan cuál es el lado de la vía por el que debes circular. Tener el cambio de marchas al otro lado tampoco es demasiado problemático.
Lo que decía, que aun no he interiorizado que el volumen del coche esta a mi izquierda, y no a mi derecha. Total, que aparcar es una autentica pesadilla… y voy comiéndome retrovisores y bordillos por doquier. Calcular las distancias ya era complicado para mí en circunstancias normales, y ahora que el retrovisor interior mira hacia el otro lado lo es todavía mas.  Pero aún no le he hecho ni una sola ralla a mi Citroen Xsara Picasso granate. Si, un coche muy de familia.
Leslie, una señora que trabaja en mi empresa, viene a recogerme todas las mañanas y me guía hasta la oficina (ella en su coche, yo en el mío) y me cuida como si fuera mi madre. Se ocupa de que todo en mi casa funcione bien, que no me falte nada, que tenga móvil, me enseñó el puerto… una monada de mujer. El primer día llovía (que raaaaroooo – aunque a título informativo os diré que estamos teniendo una semana bloody sunny) y yo no sabía como poner los limpiaparabrisas y el embrague se me enganchaba con la alfombrilla y…fueron los peores 10 minutos de mi vida, pero sigo viva. Y ayer conduje yo sola de verdad (sin nadie de copiloto y ningún coche delante que me hiciera de lazarillo) hasta el supermercado y volví de noche. Y supe poner las luces –que no sabía- y sobreviví.  Pasé un poquito de miedo, pero sobreviví.

Otro día os cuento qué tal en la oficina, que no tiene desperdicio.  Y habrá también un post sobre mi casita.

Bon vent!

martes, 6 de septiembre de 2011

Me voy a UK

Me voy a Canterbury en breve. Estaré hasta finales de enero. Espero poder contaros historias divertidas sobre mis días allí. Voy a tener coche y acabo de sacarme el carné, así que apuesto a que más de una  será sobre como casi me muero al incorporarme en una rotonda en sentido contrario.
Canterbury queda a  50 minutos de Londres, y Londres queda a menos de 40€ de España, así que estáis invitados a hacerme una visita.
Espero volver hecha una brit. Le daré a la Queen recuerdos de vuestra parte.