Jaime llegó el martes muy prontito por la mañana. Juan se lo llevó a ver Ibirapuera y la zona de Oscar Freire (la calle más cara de SP) mientras yo hacía otras cosas y esa noche tuvimos a los franceses con los que me voy de roadtrip a cenar. Les hice crema de calabaza, ensalada y roastbeef con cebolla caramelizada y puré de manzana, y los 5 me pidieron matrimonio al acabar de comer, para que os hagáis una idea de lo riquísimo que estaba todo.
Pero a lo que voy, que el miércoles por la noche, Jaime y yo (Juan ha tenido que quedarse porque tenía una presentación el jueves y hoy llegaban sus padres) cogimos un bus –comodísimo, por cierto- a Angra dos Reis y luego un ferri para llegar a Ilha Grande, que es algo así como la isla de perdidos o la de Jurasic Park. En el ferri nos abordó un hombre hippioso rastafari diciéndonos que él vivía en una casa grandota en medio de la jungla, y que si queríamos, podíamos alquilar una de las habitaciones. Desayuno incluído (menciono el desayuno porque ha sido muy casero y rebuenísimo. Pedidme que os prepare vitamina de aguacate cuando me veáis). Había hablado también con un grupo de 6 ingleses la mar de simpáticos y nada, los 9 colina arriba entre la maleza, con maletas y mochilas a la espalda. En chanclas.
Resultó que la casa, a pesar de estar donde da la vuelta el viento, era la mar de encantadora (ver foto above). De madera, sencilla, en plan albergue, pero muy guay. Teníamos una vista preciosa sobre la bahía, y estábamos rodeados de selva, fruta y animalillos. Ese día, la idea era llegar andandito a Lopes Medes (andandito es un decir, eso fue hitch-hike en toda regla), una playa de arena fina y olas…pero nos perdimos por el camino y acabamos teniendo que coger un barco-taxi que nos dejó cerquita, pero no aún allí…así que un poquito más de pateo. Pero fue fanástico, porque vimos monitos y una mariposa de esas azules tan bonitas.
Morpho Didius
Queríamos llegar prontito a casa para cocinar en la barbacoa, pero no tuvimos suerte. Después de comprar los víveres en el pueblo se nos hizo de noche, así que tuvimos que subir hasta casa del rasta a oscuras. Os podéis imaginar el panorama: 8 guiris, 25 minutos a pie, cargando comida –y sobretodo cerveza- por un camino angosto, estrecho, lleno de raíces y embarrado. Nadie se mató de milagro y fue muy, muy gracioso.
Pero la aventura ha tenido lugar hoy. Para empezar, resulta que el catamarán que teníamos que coger para volver a tierra firme se ha roto, así que hemos tenido que buscar otras opciones. Hemos acabado en un barquiño dirección Conceição (la idea era volver a Angra). Una vez allí, la intención era montarnos en el bus que viene de Angra y va a Rio, pero el autobusero ha pasado de nosotros. Segunda putada del día. Pero nada, sonrisa en la boca nos hemos subido en un autobús de línea muy, muy auténtico y nada europeo hasta Itaguaí, que ha resultado ser un pueblucho muy sudamericano, donde hacía un calor tremendo. Allí hemos cogido otro autobús de línea hasta la central de autobuses de Río y allí otro hasta Copacabana, donde estamos ahorita. Precio total del viaje Ilha Grande – Río: R$28,50. Si nada hubiera pasado nos hubiera costado R$70, una experiencia y dos horas menos.
Esta noche nos vamos de fiesta a Lapa con los ingleses.
Cuando regrese a SP os cuento qué me ha parecido esto.
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